martes, 2 de septiembre de 2008

Una carta sin sentido





Paraná 20 de abril de 2008
Señora Presidenta:
¿Cuál es el motivo de esta carta? En el más estricto rigor de la cuestión: no sé. Pero por lo pronto sólo me remito a escribir y mientras lo hago --tampoco sé por qué-- me imagino enfrente de usted, sentados ambos en pulcros asientos, separados por una mesa gigante y rodeados de imponentes y orgullosos cuadros y adornos.
Quizá escriba para preguntarle e intentar así de terminar con este montón de dudas que, sin dudarlo, rechazo. Y si le preguntara, entonces, quizá ni usted tenga las respuestas y estos se vuelva una conversación de ignorantes que en nada contribuya a la escasez de certeza que nos despierta cada mañana. O talvez las tenga pero al ser tan tristes como verdaderas prefiere no decir nada, callar, o simplemente mentir, que es más deseable que el silencio que muchas veces dice más que las palabras.
Yo por lo pronto le escribo. Quizá para reprocharle, pero ¿qué es un reproche sino una queja hacia algo que ya no tiene remedio, que ya hizo lo suyo, que es pasado? Entonces... no. Mejor sería decirle simplemente qué está bien hacer o qué no, esto, claro, desde mi humilde punto de vista... pero, tampoco porque seguro ya está rodeada de gente encargada de esta tarea. ¿Y si mejor no digo nada?...
Qué difícil escribirle a usted que decide sobre nuestro destino, y que si no le gusta mucho mi carta... uf quién sabe con que nos podemos encontrar al día siguiente.
De todos modos permítame no dejar perder esta oportunidad, y ya que para ayudarme a escribir comencé imaginándome en su despacho, voy a seguir en ese camino y voy a hacer de cuenta que yo soy su consejero, su mano derecha, y que un día cualquiera, aún sabiendo que me va a correr de un buen carterazo, le digo: señora Presidenta, le aconsejo que no olvide su política de derechos humanos, y busque y aclare la desaparición de Julio López, y de todas las adolescentes que son robadas para el cruento mercado de la prostitución. Estás también son personas desaparecidas, pero en su gobierno. En caso de conflicto no intente demostrar "quién la tiene más grande", utilizando la violencia de los mismos que usted condena. No hable en nombre de mi familia cuando defiende la redistribución de los ingresos, porque a mis padres y a mí como estudiante, nos siguen doliendo los precios. Tampoco se escude en lo difícil de ser President-a con A cuando, por el otro lado, toma medidas de un pingüin-o con O, y sobre todo no convierta esto en otro show, que ya estamos demasiado contaminado de eso.
Ya a esta altura de mi oratoria me veo preso o, en menor medida, destituido para siempre de mi trabajo como consejero. Pero, volviendo a la realidad, le pido, señora Presidenta, no considere esto como un agravio, o como un mensaje "cuasi mafioso", no por favor. Intente de verlo como lo que es: una carta sin motivo, sin sentido, porque todavía sigo sin saber a ciencia cierta por qué le escribo.

¿¿...??




"¿Qué harías si fueras presidente?" Se le ocurrió preguntar a mi sobrina de tan sólo 8 años y me dejó mudo. "Eh...eh... no sé", le dije.
Sucedió, creo, que la sensación que tuve cuando traté de imaginarme en el sillón de Rivadavia fue de no saber elegir entre tantas cosas por hacer. Lo que si estaba seguro era, qué no haría. Pero aquí lo importante es lo otro, la acción, la decisión. Así que decidí, justamente, hacer la misma pregunta a las personas que frecuento comúnmente y encontrar en ellos el camino hacia la respuesta.
Gisela Villalba tiene 20 años y trabaja de moza en un restaurante del puerto, ella fue la primera presidenta en hablar:
—Yo como presidenta, pondría en blanco a todos los trabajadores jóvenes que recién empiezan y daría trabajo a todos los que no pueden ni siquiera empezar —dijo completamente convencida.
Gisela debió abandonar sus estudios universitarios para trabajar hace ya una año, desde entonces, lo ha hecho sin firmar ningún contrato de trabajo que le garanticé un sueldo digno y seguro.
Javier Gomez de 43 años, es padre de 6 hijos y hace un cuarto de siglo que es empleado en una fábrica metalúrgica. Él ante mi pregunta contestó:
—Qué sé yo, creo mejoraría los sueldos de nosotros, los trabajadores de fábricas para poder pagar las deudas. Cambiaría las horas de ingreso a trabajar, por el frío, viste. Mejoraría la educación en las escuelas públicas para que el día de mañana nadie pueda explotar a los chicos. Ah y compraría jugadores y un buen técnico para que River salga campeón.
Este hombre, fanático de River, desde los 18 años que trabaja, y ya hace un buen tiempo que por las deudas acumuladas una buen parte de su sueldo le es embargado, teniendo que guardar en su bolsillo menos de lo que vale su trabajo.
—Yo bajaría el precio de los libros que están tan caros. Acá un libro bueno, con una buena traducción y demás, sale casi cien pesos y no esperes facilidad de pago, ni promociones, ni nada de eso que prolifera en los celulares, por ejemplo, que salen treinta pesos, ¡es una locura! —dijo Alejandro.
Hace 5 años que él es estudiante de bioingeniería en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Entre Ríos.
Otras de las voces que aceptó gustosa ser presidenta por un momento fue la de Silvina Ledesma, ella tiene 42 años y hace 6 que atiende un kiosco de barrio, tiene 5 hijos, la mayoría de los cuales estudian y trabajan.
—Por empezar —dijo como anunciando un largo discurso—, daría becas tras becas a todos los estudiantes. No puede ser que trabajen y estudien, no les da el cuerpo ni la cabeza para pensar. Después pondría en blanco a todos los empleados domésticos y les subiría el sueldo. Reduciría las horas de trabajo y... creo que llevaría a mi mamá a vivir conmigo a la Casa Rosada —dijo dejándose arrastrar por la imaginación.
Roberto Fernández, de casi 60 años, es casi maestro, le faltó tan sólo una materia para recibirse. Él está al frente, junto a otra persona más, de una fábrica asentada en el Parque Industrial de la ciudad. Según él:
—Si fuera presidente, no haría lo que esta haciendo Kirchner ahora. Mirar la realidad con esa ideología montonera, no le deja ver lo que realmente pasa. Los Kirchner piensan que los conflictos hacen la historia y no es así. Tiene que haber acuerdo, dialogo. Pero no, ellos siempre van a la pelea —dijo con claros gestos de bronca.
Lo paradójico de esta palabras, es que Roberto en sus tiempos de estudiante fue un miembro más de la organización guerrillera que ahora critica. Pero, según parece, es un momento de su vida que prefiere olvidar.
—A mi con intendente me alcanza —contestó entretenido Matías Domínguez —.
Él tiene 31 años y es enfermero del hospital San Martín, pero cuando le hice la pregunta su respuesta no se relacionó en nada con su oficio.
—Porque lo primero que haría sería subsidiar a los músicos de acá de la ciudad. Es vergonzoso, que para tocar en vivo tenés que aceptar que los bares te roben la plata de las entradas que vos vendes y encima cuando terminás de tocar, no te dan ni un vaso de agua. Hay miles músicos buenos y ninguna posibilidad para ellos.
Matías desde su adolescencia hasta esta parte, dedica sus tiempos libres a tocar la batería en una banda de rock que le ocupa más lugar que ninguna otra cosa en su corazón.
Entre pregunta y pregunta las respuestas van desnudando carencias. Todo lo que estos actores sociales confiesan que harían si estuvieran al frente del gobierno es también la denuncia, los gritos de ayuda ante el vacío de la nada que nada hace, aquello que falta y que ellos imaginan concretarse sólo si ellos estuvieran en el poder o si por lo menos sus reclamos estuvieran en ese lugar, que vendría a ser lo mismo.
En cuanto a la pregunta que no encontraba respuesta, creo que esta manera de buscarla me reveló además, el principal problema de todos los que han detentado el poder en calidad de presidente: el no saber o no querer escuchar, la falta de interés por lo que expresa el otro. Por lo tanto, ¿qué haría yo si fuera presidente? Escuchar.
Walter Fabian Gomez (fabi_11g@hotmail.com)