Paraná 20 de abril de 2008
Señora Presidenta:
¿Cuál es el motivo de esta carta? En el más estricto rigor de la cuestión: no sé. Pero por lo pronto sólo me remito a escribir y mientras lo hago --tampoco sé por qué-- me imagino enfrente de usted, sentados ambos en pulcros asientos, separados por una mesa gigante y rodeados de imponentes y orgullosos cuadros y adornos.
Quizá escriba para preguntarle e intentar así de terminar con este montón de dudas que, sin dudarlo, rechazo. Y si le preguntara, entonces, quizá ni usted tenga las respuestas y estos se vuelva una conversación de ignorantes que en nada contribuya a la escasez de certeza que nos despierta cada mañana. O talvez las tenga pero al ser tan tristes como verdaderas prefiere no decir nada, callar, o simplemente mentir, que es más deseable que el silencio que muchas veces dice más que las palabras.
Yo por lo pronto le escribo. Quizá para reprocharle, pero ¿qué es un reproche sino una queja hacia algo que ya no tiene remedio, que ya hizo lo suyo, que es pasado? Entonces... no. Mejor sería decirle simplemente qué está bien hacer o qué no, esto, claro, desde mi humilde punto de vista... pero, tampoco porque seguro ya está rodeada de gente encargada de esta tarea. ¿Y si mejor no digo nada?...
Qué difícil escribirle a usted que decide sobre nuestro destino, y que si no le gusta mucho mi carta... uf quién sabe con que nos podemos encontrar al día siguiente.
De todos modos permítame no dejar perder esta oportunidad, y ya que para ayudarme a escribir comencé imaginándome en su despacho, voy a seguir en ese camino y voy a hacer de cuenta que yo soy su consejero, su mano derecha, y que un día cualquiera, aún sabiendo que me va a correr de un buen carterazo, le digo: señora Presidenta, le aconsejo que no olvide su política de derechos humanos, y busque y aclare la desaparición de Julio López, y de todas las adolescentes que son robadas para el cruento mercado de la prostitución. Estás también son personas desaparecidas, pero en su gobierno. En caso de conflicto no intente demostrar "quién la tiene más grande", utilizando la violencia de los mismos que usted condena. No hable en nombre de mi familia cuando defiende la redistribución de los ingresos, porque a mis padres y a mí como estudiante, nos siguen doliendo los precios. Tampoco se escude en lo difícil de ser President-a con A cuando, por el otro lado, toma medidas de un pingüin-o con O, y sobre todo no convierta esto en otro show, que ya estamos demasiado contaminado de eso.
Ya a esta altura de mi oratoria me veo preso o, en menor medida, destituido para siempre de mi trabajo como consejero. Pero, volviendo a la realidad, le pido, señora Presidenta, no considere esto como un agravio, o como un mensaje "cuasi mafioso", no por favor. Intente de verlo como lo que es: una carta sin motivo, sin sentido, porque todavía sigo sin saber a ciencia cierta por qué le escribo.