La frase "Tu amor me salva y me sirve" que Charly García reza en la canción Necesito tu amor, del álbum Parte de la religión (1987) contiene en sí un error que la vuelve autodestructiva en menos de cinco minutos: el amor no es utilitario, o en otras palabras, no sirve absolutamente para nada.
Aunque si, en cambio, consideramos que el de bigote bicolores se refiere al amor que habita en una persona eternamente enamorada de alguien que no proyecte a su vez un igualmente fervoroso amor, la genialidad vuelve a brillar sobre el músico argentino, que ahora toma mate con palito.
Es decir, las palabras parecieran referirse a una conveniencia egoísta, a la necesidad de eso que llaman amor y que uno es incapaz de dar: "me gusta ser amado, jamás amar" o para ser más claro: "amame mientras eso que hacés me salve de ser un desamorado, un Zaratustra nietzscheneano, mientras, en fin, eso que me das me sirva. La culpa no habita en mí". Todas estas palabras son como las ramas que crecen del árbol: "Tu amor me salva y me sirve", y seguramente el árbol es más frondoso y amplio, casi, según en semiólogo Pierce, hasta infinito. Tal vez soy yo también parte de ese árbol que se mueve con el viento de la música que sopla y sopla, canta y canta. Delirio, ah…
Podríamos también interpretar una relación de servidumbre. Están las personas que sirven para limpiar, la que son útiles para pensar, para gritar, para callar, etc. Los seres humanos que demanda las palabras hilvanadas por charly García son aquellas que son aptas solo para amar sin ser amado, para servir de amador (no amante eso ya existe se llama prostitución y de otros infinitas maneras más). El amador, en cambio, es aquella persona que sirve de máscara, de telón de su verdadera realidad que es lo que se esconde, el bicho kafkiano engañado por esa ilusión que se denomina amor y que excluye a quienes no son capaces de reverberar las luces que reciben en quienes las proyectan, no soportan lo abstracto, nada que se oponga al placer de lo concreto. “La repugnante cucaracha ama el placer”, no el amor de dios y todo su combo en letra chica.
Sin embargo es difícil rechazar el amor, no devolver jamás una dosis de él, no ser feliz con el otro. Pero cuando una elección en pleno ejercicio de mi libertad me aleja de todo eso el amor puede servir. Ser como un salvavidas que si bien impide que nos ahoguemos nunca nos va a sacar del mar, tendremos que conformarnos con él, utilizarlo para poder vivir aquí, servirnos de él pero que él nunca se sirva de nosotros.
Aunque si, en cambio, consideramos que el de bigote bicolores se refiere al amor que habita en una persona eternamente enamorada de alguien que no proyecte a su vez un igualmente fervoroso amor, la genialidad vuelve a brillar sobre el músico argentino, que ahora toma mate con palito.
Es decir, las palabras parecieran referirse a una conveniencia egoísta, a la necesidad de eso que llaman amor y que uno es incapaz de dar: "me gusta ser amado, jamás amar" o para ser más claro: "amame mientras eso que hacés me salve de ser un desamorado, un Zaratustra nietzscheneano, mientras, en fin, eso que me das me sirva. La culpa no habita en mí". Todas estas palabras son como las ramas que crecen del árbol: "Tu amor me salva y me sirve", y seguramente el árbol es más frondoso y amplio, casi, según en semiólogo Pierce, hasta infinito. Tal vez soy yo también parte de ese árbol que se mueve con el viento de la música que sopla y sopla, canta y canta. Delirio, ah…
Podríamos también interpretar una relación de servidumbre. Están las personas que sirven para limpiar, la que son útiles para pensar, para gritar, para callar, etc. Los seres humanos que demanda las palabras hilvanadas por charly García son aquellas que son aptas solo para amar sin ser amado, para servir de amador (no amante eso ya existe se llama prostitución y de otros infinitas maneras más). El amador, en cambio, es aquella persona que sirve de máscara, de telón de su verdadera realidad que es lo que se esconde, el bicho kafkiano engañado por esa ilusión que se denomina amor y que excluye a quienes no son capaces de reverberar las luces que reciben en quienes las proyectan, no soportan lo abstracto, nada que se oponga al placer de lo concreto. “La repugnante cucaracha ama el placer”, no el amor de dios y todo su combo en letra chica.
Sin embargo es difícil rechazar el amor, no devolver jamás una dosis de él, no ser feliz con el otro. Pero cuando una elección en pleno ejercicio de mi libertad me aleja de todo eso el amor puede servir. Ser como un salvavidas que si bien impide que nos ahoguemos nunca nos va a sacar del mar, tendremos que conformarnos con él, utilizarlo para poder vivir aquí, servirnos de él pero que él nunca se sirva de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario